El envejecimiento conlleva una serie de transformaciones en el organismo humano, siendo una de las más relevantes la disminución de la eficacia del sistema inmunitario. Este fenómeno, conocido como inmunosenescencia, hace que las personas mayores sean más vulnerables a las infecciones y a sus complicaciones. Una simple gripe puede desencadenar hospitalizaciones prolongadas, una neumonía puede resultar en pérdida de autonomía y una infección prevenible puede tener un desenlace fatal.
En este contexto, la vacunación adquiere un papel esencial. Mantener el calendario vacunal actualizado a lo largo de la vida es una estrategia probada para preservar la salud, reducir ingresos hospitalarios y mejorar la calidad de vida de las personas mayores. En 2025, las recomendaciones de vacunación para la población sénior continúan siendo un pilar central de la prevención en salud, con especial atención a las enfermedades respiratorias y a las infecciones con mayor impacto en este grupo de edad.
Este texto presenta una guía completa sobre las vacunas más importantes para los mayores, explicando los motivos de su recomendación, los esquemas habituales y la forma en que pueden integrarse en la rutina de salud de quienes ya han superado los 60 o 65 años.
Importancia de la vacunación en el mayor
Con la edad, el sistema inmunitario no solo se vuelve menos eficiente, sino que también tarda más en reaccionar. Esto significa que las personas mayores no solo enferman con mayor facilidad, sino que además tardan más en recuperarse y presentan un mayor riesgo de complicaciones. Enfermedades que en adultos jóvenes provocan únicamente síntomas leves pueden, en la tercera edad, derivar en hospitalizaciones o incluso en fallecimiento.
Otro aspecto relevante es la presencia de enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión, insuficiencia cardíaca o enfermedad pulmonar, que agravan aún más el riesgo de complicaciones. Por ello, vacunar al mayor es también una forma de proteger su equilibrio clínico, previniendo descompensaciones y garantizando una mayor autonomía.

Vacuna contra la gripe
La gripe es una de las infecciones más comunes y, al mismo tiempo, más peligrosas para los mayores. Cada año, el virus influenza sufre mutaciones, lo que hace necesario que la vacuna se actualice. La vacunación anual es, por tanto, indispensable.
Para quienes tienen más de 65 años, la vacuna de la gripe está fuertemente recomendada. En 2025, las personas con más de 85 años, así como los residentes en residencias de mayores, se benefician de vacunas de dosis reforzada, que estimulan mejor el sistema inmunitario y aumentan la protección.
La vacunación debe realizarse preferentemente al inicio del otoño, antes del pico de circulación del virus, aunque mantiene su utilidad hasta finales del invierno. Este gesto sencillo puede reducir de forma notable el riesgo de ingresos hospitalarios y muertes asociadas a la gripe.
Vacuna contra la COVID-19
Aunque la pandemia ha perdido su gravedad inicial, la COVID-19 sigue representando un peligro para las personas mayores. La vacunación adaptada a las variantes en circulación continúa siendo una medida esencial en 2025.
La recomendación es que todos los mayores reciban una dosis de refuerzo estacional, generalmente junto con la vacuna de la gripe. Esta coadministración facilita la adherencia y asegura una protección adecuada durante los meses de mayor riesgo. El intervalo entre dosis suele ser de cuatro a seis meses, aunque depende de las indicaciones médicas y de la situación epidemiológica.
La experiencia de los últimos años ha demostrado que los refuerzos reducen no solo la probabilidad de enfermedad grave, sino también el riesgo de complicaciones prolongadas. Así, la vacuna contra la COVID-19 forma ya parte del calendario preventivo habitual para los mayores.
Vacuna contra la neumonía
La neumonía neumocócica es una de las principales causas de mortalidad en personas mayores. La bacteria Streptococcus pneumoniae puede provocar neumonía, meningitis e infecciones graves en la sangre. Afortunadamente, existen vacunas eficaces que previenen muchas de sus cepas más peligrosas.
Habitualmente, se recomienda la vacunación a partir de los 65 años, aunque en algunos casos puede estar indicada antes, especialmente en personas con enfermedades crónicas. Existen vacunas conjugadas y polisacáridas, que pueden combinarse para aumentar la protección. Una sola dosis puede garantizar años de defensa, evitando complicaciones que con frecuencia conllevan pérdida de calidad de vida e ingresos hospitalarios prolongados.
Vacuna contra el tétanos y la difteria
Aunque son enfermedades poco frecuentes, el tétanos y la difteria siguen representando riesgos reales. El tétanos, en particular, puede adquirirse a través de heridas aparentemente simples, y su evolución es muy grave. Por ello, todos los adultos deben recibir refuerzos de la vacuna contra el tétanos y la difteria cada diez años.
En las personas mayores, esta recomendación sigue siendo válida. Una sola dosis de refuerzo puede bastar para evitar un desenlace fatal. En caso de no haber recibido nunca la vacuna contra la tos ferina en la edad adulta, se recomienda administrar la formulación que la incluye, aportando una protección adicional contra esta infección.
Vacuna contra el herpes zóster
Conocida popularmente como “culebrilla”, esta enfermedad está causada por la reactivación del virus de la varicela que permanece latente en los nervios. El herpes zóster provoca erupciones dolorosas y puede dejar como secuela una neuralgia posherpética, dolor crónico que en muchos casos resulta incapacitante.
La vacuna contra el herpes zóster está recomendada a partir de los 60 años y puede administrarse incluso en personas que ya hayan tenido la enfermedad. Aunque no elimina completamente el riesgo, reduce de forma significativa la probabilidad de aparición y, sobre todo, la intensidad de los dolores. Se trata de una medida preventiva que mejora la calidad de vida y evita sufrimiento prolongado.
Vacunas contra las hepatitis
Las hepatitis víricas continúan siendo una amenaza, especialmente en contextos de mayor exposición a cuidados sanitarios o procedimientos médicos. La vacuna contra la hepatitis B está indicada para los mayores que nunca hayan sido inmunizados, sobre todo si presentan factores de riesgo.
En algunos casos, también puede recomendarse la vacuna contra la hepatitis A, especialmente para quienes viajan a regiones donde la infección es frecuente. Aunque menos habitual en los mayores, esta prevención debe considerarse cuando existe riesgo añadido.

Otras vacunas específicas
Dependiendo del historial clínico y de las condiciones personales, pueden aconsejarse vacunas adicionales, como contra meningococos o incluso frente a enfermedades emergentes. Cada persona mayor debe ser evaluada individualmente, teniendo en cuenta su estado de salud, lugar de residencia y estilo de vida.
Organización práctica del calendario
De forma práctica, un mayor en 2025 debería priorizar las siguientes vacunas:
- La vacuna de la gripe, cada año.
- El refuerzo de la COVID-19, normalmente junto con la de la gripe.
- La vacuna neumocócica, si nunca se ha administrado.
- La vacuna contra el herpes zóster, al menos una vez en la vida.
- El refuerzo contra el tétanos y la difteria cada diez años.
- Vacunas contra las hepatitis, si procede.
Este conjunto garantiza una protección sólida frente a las principales amenazas que afectan a la población sénior.
Envejecer no debe ser sinónimo de fragilidad inevitable. Gracias a los avances de la medicina preventiva, es posible vivir más años con salud, autonomía y calidad de vida. La vacunación es una de las herramientas más poderosas para lograrlo.
En 2025, las personas mayores disponen de un conjunto de vacunas seguras y eficaces que reducen el riesgo de infecciones graves, ingresos hospitalarios y complicaciones prolongadas. La vacuna de la gripe y la de la COVID-19 destacan por su carácter estacional y por la protección vital que ofrecen contra dos de las infecciones más peligrosas del invierno. La vacuna neumocócica y la del herpes zóster completan esta defensa, previniendo enfermedades que con frecuencia comprometen la independencia del mayor.
Corresponde a cada persona, con el apoyo de los profesionales sanitarios, mantener su calendario vacunal actualizado. Más que un acto individual, vacunarse es también una forma de proteger a la familia y a la comunidad. En un mundo en constante cambio, la vacunación sigue siendo una certeza: envejecer con salud es posible, y la prevención es el camino más seguro para conseguirlo.
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